jueves, 9 de diciembre de 2010

Hoy todos los colores están de fiesta en el barrio.
Y yo me dejo llevar, me acomodo y suspiro llenando el aire de confeti.

sábado, 27 de noviembre de 2010

Me gusta esperar leyendo sobre la tapa del váter a que salgas de la ducha. Me muero por que vuelvas a mojarme la nariz con gotas de agua.

Si es que cuando se alinean los planetas para coincidir en este invierno, estas paredes pintan soles y la calle tiembla de frío.

sábado, 20 de noviembre de 2010

En materia de emociones no puedo cortar y pegar dependiendo de la dirección en la que sople el viento, y es lo que no comprende. Queriendo evitar desarraigos de trozos de mi esencia por causa absurda, al final me ha llevado a llevar una pesadumbre conmigo por un motivo que cada minuto me va pareciendo más banal.

Si quiere jugar a los niños tontos, jugaremos. No es venganza ni obsesión por obstaculizar su vida, sino un parapeto emocional que ha crecido en mi semana mientras trataba de centrar mis ánimos en saltar a la comba. Y ahora me siento estúpida porque sé cómo interpretar un enfado extragaláctico ni un pataleo con llanto infinito.

No he querido hacerle sentir mal, y si lo he hecho, me he disculpado, aunque desde el cristal de seguridad. Este noviembre no se presenta anestésico de ningún pico nervioso por lo que, para mantener el espíritu ajeno al temblor, he preferido evitar el contacto directo con las bofetadas de la indiferencia. Y creo que, aunque no haya puesto fin a la guerra entregando mucho y no percibiendo señales de respuesta, no voy a derribar los materiales que constituyen mi coraza de la salvación. Esto supondría dejar mi estabilidad a manos de un francotirador que se pirra por las emociones en carne viva.

Si no ha valido la transmisión de la asunción de mi implicación en su malestar, la comprensión, la sinceridad y el intento de buena fe a través de los poros de esta cápsula, sólo me faltará comprender que no tengo la receta de la solución, para cerrar libros y generar recuerdos. Aunque me atraviese de lado a lado.

domingo, 24 de octubre de 2010

Y es que cuando ves venir las cosas y no puedes esquivarlas... qué bajeza.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Segundo plato y hasta postre.
De pronto me encuentro sumergida en la incredulidad; es trabajoso tallar en la mente que haya personas que tengan mejores cosas que hacer que aprenderse mi nombre, contestar a los saludos que hago viajar por los pasillos, o simplemente fingir una sonrisa que me haga pensar que no estoy trabajando cubierta con la manta de la invisibilidad.
Pero seré invisible, hablaré con las paredes y aún así habrá quien se las apañe para hacer de mí lo que quiera, sin creer que me retraso 28 segundos por la incompetencia de ciertas líneas de autobús.

Me doy la bienvenida a los días de buffet libre, en los que tendré que ser paciente cuando pasen horas y años y siga recalentándome en bandejas metálicas mientras las miradas pasan por encima de mí, fijándose siempre en manjares más notorios y sabrosos.

viernes, 8 de octubre de 2010

Andarse con pies de plomo sobre imanes es hartamente complicado.
Cuando tiendo a llevar ideas fortuitas por el camino de la sinceridad sin fin, puedo provocar desastres masivos sobre personas con corazón grande y de gelatina roja.
Me arrepiento de lo que acabo de dejar salir de mi boca y no te he podido explicar, y veo cómo te sangra el azúcar. No hay torniquetes, ni tapones, ni nada.
Estás lléndote a trabajar, dejando un rastro dulce que a mí me huele a culpa y puntos en la boca.

martes, 5 de octubre de 2010

Hoy vuelve a lloverme fuerte en las neuronas.
Todavía no encuentro paraguas que se amolden, o yo no sé usar los míos. Mientras tanto, dejo que mi pulso se haga de hierro y maldigo el horario de tarde.

domingo, 5 de septiembre de 2010

El lunes te corto el pelo.
Pegaré tus retazos a la línea de la vida de mi sonreír. Será como un bonus de tiempo en nuestro videojuego.

sábado, 21 de agosto de 2010

El olor a hierba fresca
A veces se nos esconde
Entre efluvios de comida pasada
Que olvidamos tirar a la basura orgánica.
Y yo saco los ojos por la ventana del autobús
Y tú aseguras no ser límite de mesa.
Pero maldecimos algunas baldosas
Y las manos sepultan el humo
Que sale de nuestras cabezas y nubla el paisaje.

Todo se hace claro
Y vamos a la compra.

martes, 17 de agosto de 2010

Ya bastan y sobran los picotazos sin cura de estas paredes. Llega, lentamente, mi pedido de tiritas a mansalva.
Querré saber que aún quedan cosas y que sepáis que aún vivo, y que lo hago sola. Lo prometo.

martes, 13 de julio de 2010

Ésta era la vez.
Ésta era la vez en la que me había impuesto el optimismo. Después de todo, he comprobado que el realismo al que me aferraba con fervor no iba desencaminado en cuanto a lo que podría suceder, al contrario de lo que pensaban las mentes que notaban pesimismo en mi manera de afrontar lo que hoy ya es mi nueva muerte a bocajarro.
Por lo que se ve, no ha bastado con aumentar las plazas para Medicina un 7,1% e implantar un nuevo baremo de puntuación para el acceso a la universidad -baremo de risa, dicho sea de paso- para quedarme otra vez coleando a las puertas del universo de los quirófanos y las consultas. Donde el año pasado todavía había sitio para mí, aun fuera de mi casa, este año ya no quedan ni cartones en sus dependencias.
Lo que hace que este proceso me resulte aún más sangriento es el hecho de ver cómo mentes brillantes ocupan miles de plazas en el primer curso, para darse cuenta en el mismo de que la carrera no está dentro de las cosas de su gusto. Y así, abandonan al año siguiente para seguir probando alternativas. Este nuevo portazo me habría parecido más llevadero si existiera la seguridad de que los nuevos estudiantes son felices aprendiendo, que tienen un motivo para seguir adelante y que darían al planeta unos buenos médicos, pero lo cierto es que año tras año quedan cientos de "futuros médicos" solicitando otros cientos de plazas en carreras que nada tienen que ver.
Acato mi nueva derrota de la mejor gana que puedo, intentando encontrar la objetividad en cada milímetro de la situación y enchufándome a la corriente alterna, para darle a mi sangre y músculos la energía suficiente para prolongar la pelea por el fin. Sea como sea, donde sea y cuando sea, sigo teniendo una meta y, aunque a veces parezca una ilusión emocional, he de intentar que mi organismo no se olvide de esto.

lunes, 5 de julio de 2010

Tomando el aire del ventilador del salón de la que ya puede llamarse casa de mi madre, me paro a analizar un poco los acontecimientos. Con motivo de la fiebre, los días anteriores ni siquiera mi cuerpo me había permitido conjugar los movimientos para regar las plantas.
Supongo que es el verano quien me presenta ideas de distancia, dado que el tiempo libre disponible es mayor o que el calor hace asemejarse la sierra de Madrid al mismo desierto de Atacama.
Es día 5 de julio y me noto oyendo el mar en una caracola que intento salvar de los pies enajenados de los turistas, con mis pequeñas patas rosas y carnosas. Al otro lado de la playa, un amigo camarón, que desde hace un tiempo mueve sus bigotes extrañamente, y se alimenta de un plancton un poco lejano para mí. Tengo tres opciones, dentro de las opciones que pueda tener un ermitaño: esperar a que vuelvan a atraerle los manjares de las rocas del que era nuestro entorno, recorrer varias anémonas marinas para llegar hasta él o mandarle unas burbujas cargadas de deseo de suerte para su vida copada de buenas vibraciones.
Creo que debo acomodarme en algún alga, reflexionar acerca de lo que me llega, y tratar de preservar mi patrimonio, que es mi concha, y ha estado a punto de estallar de tanta incomprensión.
Puedo intuir que el único remedio que sacaré a favor de mi integridad será comprender y asumir, pero esta amistad me da más disgustos que alegrías. Quizá sea mejor ahorrarse el esfuerzo y buscarse un nuevo entorno fáunico y marino que nos reporte a mí y a mi concha unas mejores ondas; unas felicidades pasajeras, aunque de creación regular.

jueves, 10 de junio de 2010

El pobre pez se podría llevar el premio al blog más desesperado de todos, pero la exhaustividad del intento reiterado es lo que prima en su negra existencia.
La objetividad me conduce por lo caminos del tiempo y del espacio, al contrario de lo que puede parecer. No es el pesimismo extremo el que consume mi gasolina.
Hoy en día las ideas claras rozan la venta en el mercado negro, por su escasez y desbocado valor. Y me sabe a huevos podridos el custodiar una y alimentarla todos los días con la sangre de mi sudor, para que se quede en una mera sensación o pensamiento en código emocional. Entiendo qué pasa con el esfuerzo, pero no lo que pasa con la suerte. Cada día es una ardua batalla contra las circunstancias, y aun derrochando toda mi energía diariamente, sigo empuñando con orgullo y valor mi llave a la felicidad. Llegado el momento justo del año para abrir la cerradura de la satisfacción, de pronto me encuentro con viles cerrajeros conscientes de cuál es por la que sigo batiéndome en duelo con los días y no reparan en mostrármela. Después de contemplarla, se la pasan de mano en mano hasta que la hacen desparecer lejos de mi alcance, queriendo dar salida a otros muchos cerrojos que nada tienen que ver con mi llave.
Este mes toca ver cómo todo vuelve a irse al garete de nuevo, y encajar que aún quedan trescientas sesenta y cinco batallas por delante hasta volver a ver a la suerte que no entiende de mis esfuerzos. Hoy, y visto todo esto, mi armadura de los jueves está estática en frente de mi cama, y yo en pijama redacto mi tratado de paz.

sábado, 8 de mayo de 2010

Diecinueve vidas. Cada año una niña, un pez, una chica, una recopilación de hipersensibilidades, físicas y emocionales.
Si me desnudo tengo un mapa de los gritos y las caras de contenta, que son azules, como el mar y como el agua que es mi elemento favorito. Me gusta nadar entre los edificios y las mentes, hacer burbujas en las que meterme dentro y hacer como si nadie me viese.
Mi familia es un nudo en el pelo, en el mío, yo lo llevo y lo sufro y me pesa. Es consecuencia del tiempo y la sordera, y de un encontronazo con el caos más destructivo.
Mi paciencia a veces corre, derrumbando las paredes de consejos de mi abuela y entonces me magullo y grito, y muevo los pies hasta que me come el fango y me duermo para siempre en mis historias fallidas.
A veces me acojono, pero me agarro de las cuerdas que parecen resistentes y me salen callos de felicidad y de revivir. Nunca puedo dejar de huir porque si mi madre me encuentra puede cortarme el pelo y los tendones, quitarme la ropa y vaciar los hielos de las hieleras de la nevera sobre mí.
Mientras, dibujo al músico en cada escena mía e imagino a mis amigas, todas rubias y con nombre que pondré a mis calles cuando pueda. Son las zapatillas de los pies que tengo abajo y las baldosas de una acera que ya ha cumplido diecinueve veces una primavera. Arrodillo mi futuro ante ellos y voy pidiendo las cervezas que engordarán nuestro vientre en lo que nos queda.

No sé hilar los datos que conforman mis informes de existencia, y a los invisibles aún no los he vestido de palabras. Lo haré cuando encuentre la lencería adecuada.

lunes, 19 de abril de 2010

Eres la exclamación que, a estas alturas, no me asusta.

Gracias, Luis Ramiro.

lunes, 12 de abril de 2010

Como si hubiesen puesto cinco sacos de arena apilados en cada uno de mis cuatro costados, me pudro del anti-movimiento voluntario. Convivo con los fantasmas de lo no logrado, y a estas alturas me hacen perder el norte. Podría agarrarme a lo que tengo, aunque esté a años luz de lo que persigo, y con una mano en la barriga y la otra sobre el lomo de mi gato peludo, me lamento de que pasen las horas y siga yo haciendo del todo lo contrario.
Aprieto los dientes, como si eso fuera a despertarme de mi letargo, y lo único que consigo es que se me llene la almohada de babas a las tres de la madrugada. Tendré que gritar. Desatar a mis demonios y que me lleven por donde les venga en gana.
La ansiedad está convitiendo los poros de mi piel en cráteres lunares. De aquí a unos minutos, empezaré una nueva vida como queso gruyere.

martes, 9 de marzo de 2010

Quiero creer en la suerte ajena por no quitarme el pañuelo de los ojos y ver que el tiempo pone a cada uno en su sitio. Quizá aún esté a tiempo de mojar la camiseta y las entrañas.
No sé si es más malo conformarse con menos, o ir a por más a 3/4 de potencia por debajo.

domingo, 7 de marzo de 2010

Ha llegado el día en el que me pregunto por qué las bolsas de basura más grandes son tan pequeñas.
Me comen las toneladas de bazofia sobre las que me siento a lamentar los olores de la podredumbre. Toda mi ropa apesta y tengo sucias las pestañas. Hasta el aura. Las cervicales se me quieren separar, los pies andan a años luz sin moverse del sitio y mi cara es la misma que la de alguien que ha muerto en vida.Y yo vivo, y me alegro, y me circula la sangre, pero estoy varada en la suciedad.
Mi respiración va más rapido cada vez, al igual que los remeros de mis ojos. Se me han roto los músculos y los huesos y las ganas.

lunes, 8 de febrero de 2010

Cuando uno se intoxica y envenena, el primero que sufre es el hígado. Casualmente, mi centro neurálgico biológico y anímico se había marchado allí de vacaciones.

Tengo el alma multicolor y vomitando.

martes, 19 de enero de 2010

Un hombre, cuya cabeza empezaba a ser gobernada por la calvicie, dejaba ver su cuero cabelludo posicionándose en el asiento anterior al mío en el autobús. A mitad de trayecto, mientras fuera llovía un calabobos que más tarde me empapó las zapatillas, empezó a pintar, con el nudillo del dedo índice de la mano más próxima a la ventana, formas y símbolos. Trató de borrar sus obras de arte express en el vaho de las ventanas con una raya llena de curvas.
Yo, mientras, empezaba a creer que su cabeza quería decirle algo al asiento de al lado, infinitamente vacío. Ahora creo haber aprendido que se pueden decir muchas cosas sin manchar el silencio o darle un revés al vacío físico y emocional, pero después de haberlo hecho, uno siempre pensará que está poco cuerdo, entonces querrá callar, desciciendo lo que, en el fondo, quería gritar.

miércoles, 13 de enero de 2010

Vivimos para alardear.
Y lo más gracioso es que se nos ocurre hacerlo con cosas indemostrables.

Debo aprender de lo ajeno.
Debo dejar la lengua fácil y forjar un aura animal.
Mirar, observar, comprender y aprender constantemente.
El halo del humano no es puro.

sábado, 9 de enero de 2010

Ya lo dijeron Los Piratas, pero hoy he llegado a la conclusión, después de un largo proceso de investigación, de que el equilibrio no existe.
No hay puntos medios para todo.
Si uno no es capaz de controlar sus emociones en momentos críticos y en cuestiones de pareja siempre hay uno que quiere al otro mucho más, no me hacen falta más motivos para creer para mis adentros que el equilibrio es imposible.

Las utopías cicatrizan con el ombligo. Ahí es cuando debe actuar la realidad de nuestra existencia.

domingo, 3 de enero de 2010

Asumiendo mis 19 primaveras he descubierto que soy del mar.
Pez, sirena, sal, marea y sobre todo, agua.