lunes, 12 de abril de 2010

Como si hubiesen puesto cinco sacos de arena apilados en cada uno de mis cuatro costados, me pudro del anti-movimiento voluntario. Convivo con los fantasmas de lo no logrado, y a estas alturas me hacen perder el norte. Podría agarrarme a lo que tengo, aunque esté a años luz de lo que persigo, y con una mano en la barriga y la otra sobre el lomo de mi gato peludo, me lamento de que pasen las horas y siga yo haciendo del todo lo contrario.
Aprieto los dientes, como si eso fuera a despertarme de mi letargo, y lo único que consigo es que se me llene la almohada de babas a las tres de la madrugada. Tendré que gritar. Desatar a mis demonios y que me lleven por donde les venga en gana.
La ansiedad está convitiendo los poros de mi piel en cráteres lunares. De aquí a unos minutos, empezaré una nueva vida como queso gruyere.

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