miércoles, 3 de enero de 2018

Abrir la caja

Ayer pasó. Fue como si hubiera estado levitando, subiendo alto hacia el cielo descontroladamente como lo haría un globo de helio. Henchida de felicidad, de alegría, de amor por lo que hay, por lo que es y por los que están y, milagrosamente, también de amor por mí misma.Viendo el suelo desde una altura inconcebible para un día cualquiera; despeinándome el moño con las aristas de las estrellas. Con la sonrisa puesta y más grande que la de Mick Jagger mirada a través de una lupa. Ayer subí; subí y anduve descalza por la luna. Ayer el pez fue un superpez cósmico.

Hoy, sin embargo, del mismo modo en el que lo hacen los globos de helio, me he levantado espolvoreada por el parquet, sin contenido, y viendo a ver cómo consigo darle forma a este polvillo para que sea capaz de acometer el nuevo reto diario, que, como cada día desde hace siete meses, viene pisando fuerte a la única neurona extasiada que me queda. Da un vértigo mortal, incluso estando a ras de suelo como esta mañana, el bajarse de la obligación y dedicarse una a peinarse un poco las ganas. Pero, al parecer, la vida es así. Y yo quiero y creo creérmelo. Dudo que una pelusa polvorienta pueda llegar más lejos hoy que mi ser profundo diciendo basta, y así poder abrir la caja del tiempo de oro, y dedicármelo, después de tanto tiempo, para llorarle a lo llorable y agradecerle a la vida por haberme traído hasta aquí, aun con todo este equipaje.

"Este viaje va a llevarnos muy lejos." Voy a cerrar los ojos un rato. Luego los abriré para ver por dónde vamos.