viernes, 26 de diciembre de 2014

¿Mi alma por fascículos? No, gracias

Voy a hacerme un favor y me voy a escribir el consejo que me hace falta hoy, para así poderlo leer y que no se quede en mi cabeza sepultado por todos los pensamientos que no sé a qué lado de la línea del bien o del mal debo colocarlos.

"Tú eres tú, y tú eliges lo que quieres hacer contigo, adónde llevar tu cuerpo a pasear y hasta dónde estás dispuesta a llegar en los juegos que te pone la vida por delante. Tú eres tú con tus orejas, tus ojos, tus piernas, tus pechos, tu corazón y tu cerebro, y en el caso de que vayas a venderte, deberías ponerle un precio fijo a todo el pack. Estas unidades no se venden por separado. Si quieres ahorrarte sufrimientos posteriores, así deberías hacérselo ver a los futuros compradores. Aquí no hay sitio para el regateo. O usted se lleva el lote completo, o allí enfrente tiene otro lugar donde intentar comprarse un alma por fascículos.  

Has de saber que hay personas que no te necesitan entera, que sólo quieren la parte de ti que les interesa en un punto dado del tiempo y del espacio. Son como esas personas que en el supermercado prefieren robar una cuchara de plástico blanco de la bolsa antes que pagar por la bolsa entera. Eso no es malo –bueno, robar no es lo aconsejable– ; cada uno sabe qué es lo que ha venido a ver al mercado, lo que le hace falta, lo que es un capricho y lo que está dispuesto a pagar por aquello que haya llamado su atención. Al mismo tiempo que los aceptamos y los comprendemos, tenemos que darnos la oportunidad de querernos a nosotros mismos con nuestra decisión y no sentirnos avergonzados ni peseteros por no ceder a la solicitud de vendernos por partes. Ante el vicio de comprar está la virtud de no venderte. 

Pienso que esta actitud, además de un gesto de humildad y de coherencia con lo que te pide el cuerpo ahora mismo, es una señal de respeto y de amor hacia ti. Da a los demás la oportunidad de disfrutarte, y disfruta tú de ellos, pero establece unos límites. Unos límites que te protejan de daños; el precio mínimo de venta al público. De esta manera te asegurarás los beneficios, además de cubrir los costes de producción. El drama surge cuando vienen las pérdidas por no haber andado con mucho tino a la hora de etiquetarte, pues en ese momento no sólo te quedas fuera de stock, sino que además los números rojos lastrarán la nueva producción.


Por eso, amiga, hoy véndete, pero véndete entera y a un precio razonable. Si no sales de la tienda hoy, saldrás mañana, y si no, pasado. ¡Tú no pasas de moda! Además, con esta nueva técnica de marketing sabrás que el día en el que alguien te lleve a casa por valor de lo que pone en la etiqueta lo habrá hecho porque ha estimado tu valor. Te querrá bien."

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Faringocidio

Tengo tantos nudos en la garganta
Que es de puntos suspensivos la bufanda
Que me abriga el invierno
De piel para adentro.
No sé bien si es por el viento frío
O por la fría sangre del callarse y el olvido.

jueves, 13 de noviembre de 2014

Ordenada-mente

No me conozco
Y por eso
No me amo
Y por eso
Tengo miedo
Y por eso
No quiero estar sola
Y por eso
Me mantengo haciendo equilibrios en la punta de este alfiler.


Aprobada en honestidad, me vuelve a quedar para septiembre la capacidad de aceptación.

domingo, 31 de agosto de 2014

Retos

Habiendo virado la mente hacia el polo positivo, intento que los ochomiles se conviertan en retos y dejen de ser problemas. A nadie le hace gracia encontrarse con el K2 después de volver de patear por las dehesas, pero de nada sirve quedarse abajo llorando al no ver la cima. Toca quitarse las chanclas, ponerse las botas y las ganas, y sobre todo creer que voy a llegar. Para bien o para mal ya he catado unos cuantos aludes en estos veintitrés años, de modo que sólo debo recordar la experiencia y aplicar las técnicas de supervivencia aprendidas: calma, paciencia, sabiduría y aceptación. Es difícil -y ahí está el reto- recordar las pautas cuando acecha el peligro; a fin de cuentas las emociones alteran la razón cuando vienen pisando fuerte. Pero no queda otra. Supongo que después de enfrentarme a esto seguiré viva y seré mucho más fuerte. También sabré más. Intentaré que no se me olvide lo vivido y así podérselo comunicar a mis hijos para que sean unos buenos alpinistas. También intentaré no ser yo la que los exponga a semejantes retos.

En resumen, quiero culminar el K2. Tengo que hacerlo, creo que puedo hacerlo y voy a hacerlo. Me cueste el tiempo que me cueste. Es mi meta. No veo la cima pero me la estoy imaginando. Empecemos: izquierda, derecha... Izquierda, derecha...

jueves, 10 de julio de 2014

Desencuentros

¿Es realmente bueno hablar de lo que se piensa y siente, siendo transparente?

Me lo planteo porque hoy hay muchas cosas que quiero decir y que no estoy segura de poder/ deber hacerlo. Supongo que puedes ser transparente con tu gente cercana; con quien vaya a comprender y a estimar lo que le cuentas. Hay personas que, tal vez, no tienen ganas de saber de ti -a pesar de sí tener ganas de saborearte- y debes callarte, aunque tengas palabras atrincherándose en el paladar, por pura práctica; por no atentar contra tu integridad emocional si el otro es impermeable al mensaje. Quizá lo egoísta es disparar tus pensamientos a bocajarro, y no el no querer escuchar información que no vas a utilizar, o quizá son las dos cosas, y se enfrentan chocando hasta que salen disparadas hacia polos opuestos.

Siempre me ha parecido un misterio el "Donde termina tu libertad, empieza la mía". Queda genial, pero ¿cómo se aplica?. ¿Podría ser también una variante de "Ante el vicio de pedir está la virtud de no dar"?. Trasladando estas enseñanzas a la duda principal, saco que ante mi necesidad de hablar y no callarme nada está la opción de no querer oírlo. Eso, mal que me pese, es respetable. Lo inteligente es aceptarlo y no tener la sensación de irme a ahogar con esas palabras que se me amontonan en la boca.

Tal vez la moraleja sea alejar a todo aquel que no quiera empaparse de ti, y quedarse con aquellos que sí que quieren hacerlo, al menos en este punto de mi vida, en el que soy demasiado emocional como para involucrarme con cosas que no requieren emoción alguna.

Es más, si tú me pides no sentir ¿por qué debería hacerlo?: ante el vicio de pedir está la virtud de no dar. Donde termina tu libertad, empieza la mía.

martes, 8 de julio de 2014

Estonosepara

Vuelve a salir a escena la esperanza. Por haberme aferrado a la esperanza de que ocurriera el milagro que necesitábamos para salir a flote, colmé de malas hierbas el tiempo de la transición.

Sería un error que me arrepintiera de haber alargado el tiempo hasta la resolución final, puesto que lo hice por mi convencimiento de que el motor pudiera volver a encenderse, de que pudiera ocurrir que volviéramos a bailar como lo hacíamos allá por el 2009. En algún lugar de mi cuerpo estaba esa sensación de no estar viendo que eras la persona adecuada; echarte tanto de menos cuando te alejabas unos milímetros no podía ser algo fútil. Finalmente, el puerto que esperábamos nunca llegó. Tú tratabas de alcanzarlo y yo, de algún modo, lastraba el movimiento de nuestro navío, dejándonos a la deriva.

Eso, que parece lo peor de todo, a mi juicio no lo es. Que almas, en un principio en sintonía, vayan en sentido opuesto ocurre a cada segundo en algún lugar del mundo, aunque sea un asco. Para mí, lo más indeseable de toda esta trama ha sido el cóctel resultante de mezclar el stand-by, la confusión y la frustración. Esta mezcolanza ha sido el caldo de cultivo para el crecimiento de las malas hierbas; errores cometidos en el contexto de un vacío legal que han conseguido vulnerar nuestros profundos cimientos, uno de nuestros puntos fuertes. Eso sí que me atormenta. Al final se termina por deconstruir lo que se estaba intentando construir, haciendo que todo pierda el sentido y alejándonos un infinito más, justo lo contrario a lo deseado. De esto sí que me arrepiento. A pesar de haber surgido en el contexto del más hondo caos, ha ocurrido y, por eso, quiero disculparme; no te lo mereces, ni te lo has merecido, ni te lo merecerás jamás. Todas las ganas de matarnos que nunca habíamos tenido, a pesar de todo lo vivido, si las ha traído alguien sin duda he sido yo. Te pido perdón.

Supongo que -o quiero suponer que-, una vez que hayamos arribado a nuestros respectivos puertos, nos veremos con otros ojos. Me encantaría que el rencor quedara en el fondo del océano, pero soy realista: sé que a veces flota.

Una vez más no queda otra alternativa que darle tiempo al tiempo. Por lo que a mí respecta, tienes todo mi apoyo, mi cariño y mi aliento para todo. La deuda vital que tengo contigo es infinita. Creo que nunca podré pagarte suficientemente lo que has sido, hecho y dado por mi vida, mucho más de lo que habría dado un padre, una madre, un amigo o cualquier pareja. Aunque esto último suene a locura y exacerbación, sabes, como yo, que es una realidad.

 Sin más preámbulo: Estonosepara.

domingo, 29 de junio de 2014

Des-esperar

Ya no sé hasta qué punto está bien dejar crecer la esperanza. Al final terminas por maquillar todo lo improbable haciendo que parezca probable en algún punto del tiempo infinito, viviendo a expensas del cambio.

Me planteo si lo inteligente es quizá no esperar nada, plantarse en lo peor y sorprenderse cuando a la vida se le antoje ponerse de tu parte, o si tal vez todo esto tenga que ver con darle más oportunidades al presente y dejar que el futuro se construya solo, sin interferir, ni mediar, ni ansiar, sólo entregándose en cuerpo y alma al destino.

De los creadores de "Acotando el perímetro de los miedos" hoy llega "Buscando la profilaxis para los dolores del alma".

sábado, 28 de junio de 2014

Experimento

Aventurarse, vivir, liarse la manta a la cabeza y desconocerse para conocerse.

A juzgar por lo que chapurreo en estos folios cada vez que tengo la necesidad de volver, todo apunta a que lo que anda primando en estos tiempos en lo profundo de mi ser es la experimentación. Estoy siendo investigador y conejillo de indias, simultáneamente. Ganando puntos en osadía, y acotando cada día un poco más el perímetro de mis miedos para poder incidir sobre ellos, pero abrumada, y muchas veces anulada, por el hecho de tener que vivirlos al testarme.

Uno de los principales objetivos de la investigación es abolir este intento por rememorar cada palabra pronunciada, cada gesto, cada exclamación, entrando en un bucle de ansiedad y juicios de valor cuando he distado de estar acertada. Probablemente, confiando más en mí puedo lograr revertir esta manía, y, tal vez, confiando más en mí desde el minuto cero quizá pueda cuidarme de desaciertos potenciales.

Ojalá todas las reformas del alma se pudieran hacer en lo que dura un chasquido de dedos, pero supongo que debo armarme de paciencia y darle tiempo al tiempo.

Empezaré por pulir el parquet, sin prisa pero sin pausa.

lunes, 9 de junio de 2014

Osar

Quién pudiera hacer del ridículo una pértiga para propulsarse hacia el siguiente capítulo y así dejar de dar vueltas alrededor del error cometido en tiempos pasados.

Ya tengo el "La vida es de los valientes" y el "Quien no arriesga, no gana". Ahora sólo me falta el "No hay mal que cien años dure, ni cuerpo que lo aguante" y un poco de "El único hombre que no se equivoca es el que nunca hace nada" para terminar este guiso de coraje.

jueves, 29 de mayo de 2014

Y/O

Cuando, después de llevar meses estudiando sin hacer otra cosa, te regalas una tarde y te parece todo mucho más deplorable que cuando estás cambiando tus horas sueño por los libros, me preocupa. Normalmente siempre aprovecho mi tiempo libre como si fuera a morir mañana, pero querer meterte en la cama para no pensar y sólo dormir es algo insólito, y hace que me cuestione el tamaño de la parte sumergida de mi iceberg.

Estoy estancada sin moverme del mismo punto desde hace dos años. El perro del hortelano de pronto ha sido mi ejemplo a seguir: ni como, ni dejo comer. No creo que eso a nadie le pueda llegar a hacer feliz, pero desde luego a mí ni por asomo. Soy consciente de que la solución a los problemas que se acontecen está dentro de uno mismo, de que uno es el responsable pero también el propio destinatario de sus actos y de que nadie puede arreglarte la vida sino eres tú mismo. Y en este caso no sé si es que no tengo la lección lo suficientemente aprendida o es que hay algo más impidiéndome atajar el problema con éxito. Es una cuestión de tomarlo o dejarlo, quererlo o no quererlo, aquí y ahora. Pero ni lo quiero dejar ni lo quiero siempre. Y en cuanto lo siento lejos, me llevan los demonios y lo necesito. No es como una droga, porque no tengo ese interés creciente por ello cada día más y más, sino más bien el Y sin embargo de Sabina:

Y me envenenan los besos que voy dando 
Y sin embargo cuando duermo sin ti 
Contigo sueño, 
Y con todas si duermes a mi lado, 
Y si te vas me voy por los tejados 
Como un gato sin dueño 
Perdido en el pañuelo de amargura 
Que empaña sin mancharla tu hermosura. 

Y vayamos a los típicos tópicos -que si lo son es porque algo tienen de cierto-: en la vida hay que elegir. Es una obligación, no una opción. No se puede dejar uno llevar tanto. Son lentejas: las tomas o las dejas. Con la teoría cuasi clara, estoy buscando el lugar donde se encuentra el sótano de mis miedos, con ánimo de hacer una limpieza y poder tachar esa tarea de la lista de las pendientes, y así poder avanzar. Creo saber qué es lo que puedo encontrarme allí abajo, tengo recuerdo de alguna de las cosas que enterré, pero no sé en qué condiciones estarán. No sé qué material tengo que utilizar para limpiarlas, ni siquiera si voy a tener fuerza para meterlas en las bolsas de basura. Hagamos inventario: miedo al rechazo, miedo a la soledad, miedo a los juicios...
Toda esta porquería acumulada es lo que me está alejando de decantar la balanza hacia un lado o hacia el otro, o al menos es la única explicación que le doy a toda esta incertidumbre. Lo que a veces no pienso es que si hay alguien que me juzga en esta vida, sin duda la que más lo hace soy yo, si alguien se aísla soy yo y si alguien me rechaza vuelvo a ser yo. Pero así, y poco a poco sin darme cuenta, entro en la espiral del yo: yo lo he hecho mal, yo me juzgo, yo sufro. Egotismo puro y duro.

¿Será quizá eso lo que hay en el fondo de toda esta trama: demasiado "yo"?