viernes, 31 de julio de 2015

Por respirar

Tras muchos años de búsqueda de la muesca que marca el terreno por el que se dibuja la trayectoria de mi vida me encuentro con una falta considerable de amor parental. 

Es difícil no buscar culpables y enterrar el dolor para que no se nos pille. Es difícil empujarse poco a poco hacia el futuro dejando atrás este peso, y, aunque he conseguido llegar mucho más lejos de lo que pensaba, siento que mi libertad y mi impulso están lastrados por esta carencia. Cuando consigues chapurrear un plan de emergencia que te permita empezar a aprender a convivir con ello de pronto aparecen factores que se instalan en tu casa y lo ponen todo patas arriba otra vez. No sé en qué punto de la lección me quedé cuando cambiaron las tornas, pero sé que he desaprendido lo previo y que lo único que me apetece es huir de aquí y comenzar a vivir, de una vez por todas, mi vida y sólo la mía. Ya hace bastantes años que mi responsabilidad abarca no sólo mis asuntos, sino los de una persona incapaz de lidiar con su propia vida. Si hay alguna muestra de agradecimiento de por medio, o tan sólo la franqueza de la otra parte al reconocer la imposibilidad de gestionar sus asuntos, aceptaría encantada ser responsable a tiempo completo. Sin embargo, esto no es más que un robo con violencia de tu tiempo, tu vida y tu alma, provocando daños de manera constante que restan en mi salud física y mental. Hasta ahora, cada día que pasaba me hacía sentirme más fuerte para encarar la situación y poder apartar este hecho del resto de mis asuntos, para poder disfrutar del tiempo y las cosas que me tocan, pero en los últimos meses la situación se ha invertido y siento que un día más es un punto menos a mi favor en la experiencia recibida del paso de los años.

Hoy sólo quiero salir de aquí corriendo. Sólo quiero salir de aquí a ser yo, a terminar mi carrera con gusto, a disfrutar de la vida, de la gente, de las cosas... Quiero dejar de vivir aquí para salir a vivir y empezar a existir. Sé que el momento está próximo en el tiempo, pero la arena de mis relojes está angustiada. Urge el vuelo. Urge romper esta espiral y abrir mi alma al mundo, dejar salir mi espíritu, saborear lo que el mundo ha puesto ahí para mí, aprender de su girar y de las personas, sentir quién soy, sin explicaciones, sin juicios, sin nadie afanado en mi destrucción. No quiero que mi amor por la vida y por respirar se vea comprometido por nada ni por nadie, no lo quiero.