jueves, 24 de diciembre de 2009

Quiero decir tantas cosas que no hago más que borrar para ordenarme.
Quisiera ser un mosquito, o un chorlito, para tener su misma cabeza en ciertos momentos.
Pero siempre quiero cosas y no hago más que mirarme el ombligo. Y mientras me entretengo mirando las grietas, me entra la tortícolis más grande de todas las tortícolis del mundo y sigo observando.
Debería un día caérseme un piano de cola en las cervicales. Fuera de todo victimismo.

domingo, 13 de diciembre de 2009

En la calle hay luciérnagas y música, y en mi casa, una letra griega, una calefacción y una manta.
Con una guitarra y la eternidad podría inventar una quinta dimensión: el no-tiempo.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Érase una niña a una nariz de payaso pegada.
Y no una nariz normal, es Marte.

martes, 1 de diciembre de 2009

Vivo amargamente el momento en el que los recuerdos eliminan el pegamento que liga el presente con la realidad, remolcando el ahora y dirigiendo mi vida por caminos que ya anduve y que actualmente no están en el mapa. Es una buena forma para perderse físicamente y los acontecimientos que esperan a la vuelta de las esquinas, que, dicho sea de paso, cada vez son más afiladas.
Son afiladas porque ni siquiera veo un milímetro de lo que va a sorprenderme, y eso da pie a que se me agarre el gnomo de la utopía a las costillas tallándome en ellas unos hechos futuros. Mi ingenuidad, aún sin ser manchada por completo con los años, me hace doblar las esquinas vestida de payaso, acabando desnuda tras pegar el giro hacia el futuro.

Vuelvo a angustiarme por el tiempo, esta vez por el tiempo presente.
Buen regalo serían para mí unas cadenas que me situasen en mi sitio. O no.