jueves, 10 de julio de 2014

Desencuentros

¿Es realmente bueno hablar de lo que se piensa y siente, siendo transparente?

Me lo planteo porque hoy hay muchas cosas que quiero decir y que no estoy segura de poder/ deber hacerlo. Supongo que puedes ser transparente con tu gente cercana; con quien vaya a comprender y a estimar lo que le cuentas. Hay personas que, tal vez, no tienen ganas de saber de ti -a pesar de sí tener ganas de saborearte- y debes callarte, aunque tengas palabras atrincherándose en el paladar, por pura práctica; por no atentar contra tu integridad emocional si el otro es impermeable al mensaje. Quizá lo egoísta es disparar tus pensamientos a bocajarro, y no el no querer escuchar información que no vas a utilizar, o quizá son las dos cosas, y se enfrentan chocando hasta que salen disparadas hacia polos opuestos.

Siempre me ha parecido un misterio el "Donde termina tu libertad, empieza la mía". Queda genial, pero ¿cómo se aplica?. ¿Podría ser también una variante de "Ante el vicio de pedir está la virtud de no dar"?. Trasladando estas enseñanzas a la duda principal, saco que ante mi necesidad de hablar y no callarme nada está la opción de no querer oírlo. Eso, mal que me pese, es respetable. Lo inteligente es aceptarlo y no tener la sensación de irme a ahogar con esas palabras que se me amontonan en la boca.

Tal vez la moraleja sea alejar a todo aquel que no quiera empaparse de ti, y quedarse con aquellos que sí que quieren hacerlo, al menos en este punto de mi vida, en el que soy demasiado emocional como para involucrarme con cosas que no requieren emoción alguna.

Es más, si tú me pides no sentir ¿por qué debería hacerlo?: ante el vicio de pedir está la virtud de no dar. Donde termina tu libertad, empieza la mía.

martes, 8 de julio de 2014

Estonosepara

Vuelve a salir a escena la esperanza. Por haberme aferrado a la esperanza de que ocurriera el milagro que necesitábamos para salir a flote, colmé de malas hierbas el tiempo de la transición.

Sería un error que me arrepintiera de haber alargado el tiempo hasta la resolución final, puesto que lo hice por mi convencimiento de que el motor pudiera volver a encenderse, de que pudiera ocurrir que volviéramos a bailar como lo hacíamos allá por el 2009. En algún lugar de mi cuerpo estaba esa sensación de no estar viendo que eras la persona adecuada; echarte tanto de menos cuando te alejabas unos milímetros no podía ser algo fútil. Finalmente, el puerto que esperábamos nunca llegó. Tú tratabas de alcanzarlo y yo, de algún modo, lastraba el movimiento de nuestro navío, dejándonos a la deriva.

Eso, que parece lo peor de todo, a mi juicio no lo es. Que almas, en un principio en sintonía, vayan en sentido opuesto ocurre a cada segundo en algún lugar del mundo, aunque sea un asco. Para mí, lo más indeseable de toda esta trama ha sido el cóctel resultante de mezclar el stand-by, la confusión y la frustración. Esta mezcolanza ha sido el caldo de cultivo para el crecimiento de las malas hierbas; errores cometidos en el contexto de un vacío legal que han conseguido vulnerar nuestros profundos cimientos, uno de nuestros puntos fuertes. Eso sí que me atormenta. Al final se termina por deconstruir lo que se estaba intentando construir, haciendo que todo pierda el sentido y alejándonos un infinito más, justo lo contrario a lo deseado. De esto sí que me arrepiento. A pesar de haber surgido en el contexto del más hondo caos, ha ocurrido y, por eso, quiero disculparme; no te lo mereces, ni te lo has merecido, ni te lo merecerás jamás. Todas las ganas de matarnos que nunca habíamos tenido, a pesar de todo lo vivido, si las ha traído alguien sin duda he sido yo. Te pido perdón.

Supongo que -o quiero suponer que-, una vez que hayamos arribado a nuestros respectivos puertos, nos veremos con otros ojos. Me encantaría que el rencor quedara en el fondo del océano, pero soy realista: sé que a veces flota.

Una vez más no queda otra alternativa que darle tiempo al tiempo. Por lo que a mí respecta, tienes todo mi apoyo, mi cariño y mi aliento para todo. La deuda vital que tengo contigo es infinita. Creo que nunca podré pagarte suficientemente lo que has sido, hecho y dado por mi vida, mucho más de lo que habría dado un padre, una madre, un amigo o cualquier pareja. Aunque esto último suene a locura y exacerbación, sabes, como yo, que es una realidad.

 Sin más preámbulo: Estonosepara.