domingo, 31 de agosto de 2014

Retos

Habiendo virado la mente hacia el polo positivo, intento que los ochomiles se conviertan en retos y dejen de ser problemas. A nadie le hace gracia encontrarse con el K2 después de volver de patear por las dehesas, pero de nada sirve quedarse abajo llorando al no ver la cima. Toca quitarse las chanclas, ponerse las botas y las ganas, y sobre todo creer que voy a llegar. Para bien o para mal ya he catado unos cuantos aludes en estos veintitrés años, de modo que sólo debo recordar la experiencia y aplicar las técnicas de supervivencia aprendidas: calma, paciencia, sabiduría y aceptación. Es difícil -y ahí está el reto- recordar las pautas cuando acecha el peligro; a fin de cuentas las emociones alteran la razón cuando vienen pisando fuerte. Pero no queda otra. Supongo que después de enfrentarme a esto seguiré viva y seré mucho más fuerte. También sabré más. Intentaré que no se me olvide lo vivido y así podérselo comunicar a mis hijos para que sean unos buenos alpinistas. También intentaré no ser yo la que los exponga a semejantes retos.

En resumen, quiero culminar el K2. Tengo que hacerlo, creo que puedo hacerlo y voy a hacerlo. Me cueste el tiempo que me cueste. Es mi meta. No veo la cima pero me la estoy imaginando. Empecemos: izquierda, derecha... Izquierda, derecha...