miércoles, 29 de junio de 2016

Aerodinámica

La falta de productividad de estos días no se debe a una falta de inspiración. Se debe a una inspiración muy viva para crear y hacer justo lo que no debo hacer en este tiempo tan presente.

No sé si es un gusto de mi cuerpo a plantarle cara al viento en contra o que nunca he sido un ser muy aerodinámico, pero lo cierto es que, últimamente, cuando quiero darme cuenta, vuelvo a estar queriendo avanzar contracorriente.

Y así me hago ir por la vida, con el pelo todo revuelto y la piel más seca que un reptil. Con mi biografía bajo el brazo, añadiéndole muescas a las páginas que escribo y sin reparar en las marcas que dejé en las páginas que escribí, que bien podrían ayudarme a dejar de ajar más hojas. Lo curioso es que mis tripas siguen sin ponerse en huelga y mis agallas aún no han empezado a ser conscientes de la sumisión de su carácter, por lo que, hasta que esta maraña de órganos no grite "BASTA" y empiece a reclamar sus derechos, todo apunta a que este cuerpo va a seguir cortando el aire haciendo gala de un masoquismo bastante bien arraigado.


A veces, los viajes contracorriente son los viajes necesarios y merecedores para nuestro crecimiento. Otras, en las que desde el inicio el avance se esboza casi imposible -inapropiado, más bien- debe primar el amor hacia la integridad de uno, procediendo a quemar el mapa y prestándose a que la deriva te lleve al puerto más indicado para ti aquí y ahora.


Añado reflexión a mi reflexión: a ver si algún día empiezo a escuchar las cosas que me digo. 


martes, 21 de junio de 2016

De los coherentes

Todo puede estar aparentemente controlado pero cuando un pensamiento muy sentido hace vibrar tu sueño hasta romperlo, significa que hay que tirar del freno de la dinámica establecida y empezar a hacer reformas a la inercia de los días.

El mundo es de los valientes, dicen. Y yo digo que el mundo es de los coherentes. De los coherentes consigo mismos: con sus sentimientos, con sus pensamientos y con sus principios, y de los coherentes con las vidas de alrededor. En la coherencia reside la potencialidad para ser valiente, para ser honesto y para ser feliz -por muy amplio que sea ese último concepto como para usarlo con tanta ligereza-. 

Los instintos primitivos cuando logran retorcernos las entrañas es que algo tratan de decirnos y, lejos de alejarnos de la coherencia, siento que nos acercan a ella. Esas pasiones desbocadas que hacen tambalear nuestros esquemas mentales son una señal de que hay peligro de derrumbe, bien en un futuro cercano o en uno un poco más lejano, pero decretan la alerta en cualquier caso. El "ser coherente" socialmente extendido nos invitaría a poner toda esa inquietud intrínseca al servicio de nuestro cerebro, controlador, "responsable"y regulador de la concordancia de los acontecimientos con nuestros planes y estrategias, quien la acallaría y la escondería en un cofre en las profundidades de nuestra cajita de pensar. 

Iluso cerebro e ilusos nosotros que pensamos que todo lo que hay escondido en el fondo deja de vibrar, de palpitar y de ser. Como si fuera un gas en ebullición, todo ese contenido reprimido de manera automática en el cofre algún día puede dinamitar el contenedor y volar por los aires todos nuestras construcciones mentales, ésas que algún día creamos por miedo a la inseguridad. Y ese día, además de terminar sepultados bajo todo ese amasijo de ficción, se nos caerá un trocito de mundo encima cuando veamos que somos inefectivos programando estrategias y otro trocito de mundo encima al ver que la vida nos ha puesto de nuevo en la casilla de salida.

Por todo ello, creo que rehuir de los instintos a favor de hacer perdurar un plan creado artificialmente es incoherencia, hija del miedo que nos asola. En cuestión de sentimientos, no hay verdad más inteligible y plausible que la que nos susurran nuestras moléculas. Desoír ese zumbido corre de la cuenta de cada uno, pero no hay que perder de vista que, a veces, hacerse el sordo sale mucho más caro que invertir en reformas para adaptar la realidad a nuestra realidad de piel para adentro.