domingo, 15 de mayo de 2016

Ideales


Idealizar
1. tr. Elevar las cosas sobre la realidad sensible por medio de la inteligencia o la fantasía. 

Imagino. Me subo a lomos de la fantasía e imagino, y elaboro mis propias ilustraciones con un arte exorbitante. Pinto en mi mente personajes que brillan; tipos inteligentes, interesantes y sensibles; gente bella y maravillosa, que aporta, que drena vida y que se hace querer, sin ocasión de meditarlo. Son personas que no erran, o que, si lo hacen, es por el orden lógico de los acontecimientos, y eso les exime de toda tachadura.

También sin planteármelo, me pinto una actitud de reciprocidad a lo contemplado y aparentemente recibido, y es cuando aparece una Sandra ciegamente dadora; una Sandra que emana amor como si de una fuente se tratase, espontáneamente espléndida y resplandeciente, esplendorosamente viva... Y pasmosamente inconsciente. La consciencia se me pierde en ese limbo de primorosas imágenes, quedando la mente adormilada por la mecedura del pensamiento ideal.

Esta dinámica a veces se perturba con pinceladas de realidad, que empiezan siendo meras y pequeñas imperfecciones en el dibujo, fácilmente reparables mientras se continua creando. Pero, por suerte y por salud, las imperfecciones se van tornando manchas; las manchas, borrones, y los borrones terminan por confluir en la necesidad de parar la creación y cambiar de lienzo. Por suerte, la consciencia hace amagos de encontrarse, y lastra los tobillos para facilitar el descenso y el choque de los pies con la tierra de nuevo. Por suerte, tengo la suerte de estar rodeada de seres extraordinarios -éstos sí objetivamente- que ayudan, desde el amor más puro, a nuestra letárgica consciencia en el proceso de devolvernos a la tierra y, así, de recobrar la felicidad; la felicidad real. Y es infinita la suerte de que exista una forma de zarandear y resetear el cerebro, tan intensa y eficaz que pueda diluir un ideal; esta manera de devolverme a mí misma a la vida plena, sin horas perdidas, sin esperanzas vacuas y sin vacíos que decorar.


miércoles, 11 de mayo de 2016

Maratón de riesgo

Si corremos el riesgo de que el tiempo nos deje varados en la orilla, de que la distancia sea suficiente para reconstruir nuestras ciudades, de que el silencio nos calle y aniquile esta melodía compartida, habremos perdido humanamente los impulsos animales y nos ahogaremos juntos en el cubo de las oportunidades postpuestas y puestas a merced de un futuro que -como todos- nunca existió. 

¿Corremos el riesgo o el riesgo corre tras nosotros? Ante la duda, recemos por que esté fuera de forma y vayámonos calzando.