Un hombre, cuya cabeza empezaba a ser gobernada por la calvicie, dejaba ver su cuero cabelludo posicionándose en el asiento anterior al mío en el autobús. A mitad de trayecto, mientras fuera llovía un calabobos que más tarde me empapó las zapatillas, empezó a pintar, con el nudillo del dedo índice de la mano más próxima a la ventana, formas y símbolos. Trató de borrar sus obras de arte express en el vaho de las ventanas con una raya llena de curvas.
Yo, mientras, empezaba a creer que su cabeza quería decirle algo al asiento de al lado, infinitamente vacío. Ahora creo haber aprendido que se pueden decir muchas cosas sin manchar el silencio o darle un revés al vacío físico y emocional, pero después de haberlo hecho, uno siempre pensará que está poco cuerdo, entonces querrá callar, desciciendo lo que, en el fondo, quería gritar.
martes, 19 de enero de 2010
miércoles, 13 de enero de 2010
sábado, 9 de enero de 2010
Ya lo dijeron Los Piratas, pero hoy he llegado a la conclusión, después de un largo proceso de investigación, de que el equilibrio no existe.
No hay puntos medios para todo.
Si uno no es capaz de controlar sus emociones en momentos críticos y en cuestiones de pareja siempre hay uno que quiere al otro mucho más, no me hacen falta más motivos para creer para mis adentros que el equilibrio es imposible.
Las utopías cicatrizan con el ombligo. Ahí es cuando debe actuar la realidad de nuestra existencia.
No hay puntos medios para todo.
Si uno no es capaz de controlar sus emociones en momentos críticos y en cuestiones de pareja siempre hay uno que quiere al otro mucho más, no me hacen falta más motivos para creer para mis adentros que el equilibrio es imposible.
Las utopías cicatrizan con el ombligo. Ahí es cuando debe actuar la realidad de nuestra existencia.
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