miércoles, 29 de febrero de 2012

A ti, submarinista:
Déjame burbujear. Burbujeo porque me gustas, pero si a ti no te gusta, apresura tus aletas y emerge. La esperanza de que algún día me lleves a conocer tierra en tu red está guardada entre algunos millones de pompas, así que ya estará flotando cuando llegues a la frontera con el aire.
Que tengas buen viaje de vuelta hasta el infinito, joven aventurero de las aguas.

sábado, 11 de febrero de 2012

Todo está bien... hasta que llegan.

Todo está bien hasta que ves la sombra de tus fantasmas. Vienen, eclipsando tu figura; desestabilizando tu compostura. Y tiemblas.
Tiemblas porque ves que todo se ha vuelto oscuro y que, una vez más, te han pillado con lo puesto. En en ese momento es cuando maldices no haberte puesto, o no haber sido capaz, a ingeniar la munición necesaria para ahuyentarlos y hacerlos desaparecer. Son veintiún años y sigues tropezando con la misma piedra una y otra vez.
Y, ¿qué hacer en ese recoveco temporal de temor? No puedes más que descontrolar el oleaje y dejar que se esparza la sal en cada esquina. Eso hace que incremente el olor a miedo, que te sale como vapor por todos los centímetros de la existencia, y que los fantasmas lo huelan. De este modo, ya has comprado todas las papeletas para que se acerquen a ti y se ceben. Te cogen, te zarandean, te tiran del pelo, te muerden donde saben que más te va a doler. Tus ojos, que no han parado de sudar, mojan sus vestiduras en la pelea y son siempre los que te procuran un final menos malo. Los fantasmas se esconden tras los muebles cuando sus trajes se han empapado tanto que su mala sangre se transparenta. Migran rápidamente hacia los lugares más recónditos de tu casa y permanecen allí hasta que adquieren la suficiente fuerza como para reptar por el suelo y acrecentarse ante ti.
Tú recoges los añicos de tu mirada y los guardas en los bolsillos, hasta que el tiempo, siempre impredecible, los aúna para que te la puedas volver a poner. Después, entras en un sueño muy profuso, cediendo de nuevo tu cuerpo a la luz para que reestablezca el calor corporal y te devuelva a tus días.