domingo, 24 de octubre de 2010

Y es que cuando ves venir las cosas y no puedes esquivarlas... qué bajeza.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Segundo plato y hasta postre.
De pronto me encuentro sumergida en la incredulidad; es trabajoso tallar en la mente que haya personas que tengan mejores cosas que hacer que aprenderse mi nombre, contestar a los saludos que hago viajar por los pasillos, o simplemente fingir una sonrisa que me haga pensar que no estoy trabajando cubierta con la manta de la invisibilidad.
Pero seré invisible, hablaré con las paredes y aún así habrá quien se las apañe para hacer de mí lo que quiera, sin creer que me retraso 28 segundos por la incompetencia de ciertas líneas de autobús.

Me doy la bienvenida a los días de buffet libre, en los que tendré que ser paciente cuando pasen horas y años y siga recalentándome en bandejas metálicas mientras las miradas pasan por encima de mí, fijándose siempre en manjares más notorios y sabrosos.

viernes, 8 de octubre de 2010

Andarse con pies de plomo sobre imanes es hartamente complicado.
Cuando tiendo a llevar ideas fortuitas por el camino de la sinceridad sin fin, puedo provocar desastres masivos sobre personas con corazón grande y de gelatina roja.
Me arrepiento de lo que acabo de dejar salir de mi boca y no te he podido explicar, y veo cómo te sangra el azúcar. No hay torniquetes, ni tapones, ni nada.
Estás lléndote a trabajar, dejando un rastro dulce que a mí me huele a culpa y puntos en la boca.

martes, 5 de octubre de 2010

Hoy vuelve a lloverme fuerte en las neuronas.
Todavía no encuentro paraguas que se amolden, o yo no sé usar los míos. Mientras tanto, dejo que mi pulso se haga de hierro y maldigo el horario de tarde.