miércoles, 13 de octubre de 2010

Segundo plato y hasta postre.
De pronto me encuentro sumergida en la incredulidad; es trabajoso tallar en la mente que haya personas que tengan mejores cosas que hacer que aprenderse mi nombre, contestar a los saludos que hago viajar por los pasillos, o simplemente fingir una sonrisa que me haga pensar que no estoy trabajando cubierta con la manta de la invisibilidad.
Pero seré invisible, hablaré con las paredes y aún así habrá quien se las apañe para hacer de mí lo que quiera, sin creer que me retraso 28 segundos por la incompetencia de ciertas líneas de autobús.

Me doy la bienvenida a los días de buffet libre, en los que tendré que ser paciente cuando pasen horas y años y siga recalentándome en bandejas metálicas mientras las miradas pasan por encima de mí, fijándose siempre en manjares más notorios y sabrosos.

2 comentarios:

  1. Si supieras la de veces que me he sentido así... Por no decir a diario. Pero he llegado a un punto en que directamente me resbala. Mi cabeza sigue maquinando historias, sigue creando sueños, metas... No voy a dejar que cuatro memos me los arrebaten. Por supuesto seguiré regalando buenos días, que unos no tengan educación no será motivo para que yo pierda la mía.

    La gente no es capaz de distinguir las estrellas, hace años que el brillo de la ignorancia los cegó :-)

    Un abrazo y ánimo.

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  2. Casi nunca nos publican la edición de nuestra vida tal como la escribimos, sino con los retoques del editor.

    Besazo, cari

    L.

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