martes, 29 de noviembre de 2011

viernes, 1 de julio de 2011

Creo que es el agujero más negro y más grande en materia emocional, y estoy al borde, en la orilla, pescando o intentando pescar paz mental. Este agujero aumenta su tamaño algorítmicamente y no sé si es que no lo sé o no quiero ser consciente del peligro.
Junio me llevó a soltar varios anclajes, y accediste a dar el visto bueno a voleteos. Ahora tiemblo por tu integridad y mi tripa, que no entiende de cambios, no hace más que disparar la señal de alerta en mi cerebro.
He puesto verbos en todas las esquinas de mis sentimientos y no encuentro vocablos nuevos que regalarte cuando te huelen los ojos a marejada. Así, me acurruco en un silencio urticante que me hace sentir culpable hasta límites inalcanzables mientras tus sonidos no hacen más que acuchillarme el miocardio, sucediéndose una riada profunda que derriba los únicos vestigios de seguridad que albergo.
Natural y obviamente, no te culpo. Te comprendo, pero aquello de no poder romper mi no-habla me mina absolutamente en un momento en que, de veras, te estoy queriendo más que nunca. Estoy recogiendo del anzuelo los pedazos de ilusión que había perdido, los retazos de atracción y las migas de sexo que se me habían extraviado en algún punto del tiempo.
Me parecería mágico que tus eclipses situacionales te dieran tregua y permiso para poder tocar el terciopelo renovado del renovado tú que siento dentro, pero soy consciente del factor de la imposibilidad y de su papel en estos días.

Quizá la responsabilidad de que puedas elegir es como tener una pistola en la cabeza, y tenga que ser yo la que establezca el futuro de este viaje.

Con el aura encogida y estrujando la poca o mucha pureza de mi existencia imploro la calma de tus aguas, y todo lo demás es lo de menos.

martes, 21 de junio de 2011

Estando al borde del precipicio y con los pelos como escarpias, la sangre me fluye fugaz y mis glóbulos rojos están a punto de ser proyectados allá por donde queda el final de todo esto que está ocurriendo.
Qué manía mía de ponerle sangre al futuro. Aún no termino de ser realista en esta empresa y de pensar en que las hemorragias pueden existir y en tal caso, provocar mucho caos.

domingo, 19 de junio de 2011

En mis bolsillos hay espacio para el error pero si no desecho los miedos acartonados que en ellos viven desde hace veinte años, nunca veré su verdadera capacidad.

Es junio de dos mil once, y yo me dispongo a tirarme a la piscina con lo puesto. Sin titubear. Mis pies han dejado de sentir el bordillo, pero aún me quedan unas centésimas de segundo para mojarme la coraza...

sábado, 9 de abril de 2011

Dos meses después me reafirmo en lo último que conté.

Intentando lavar este ungüento molesto me encuentro con que está más aferrado a mi piel de lo que imaginaba.
Me mina ser capaz de entregar la bolsa y la vida y ver cómo salen los beneficiados a manos llenas sin cambiar el gesto y con la calma de una babosa. Quizá el error sea esperar que se den la vuelta y, por lo menos, un guiño me devuelva una parte simbólica del botín.
En la era de la autonomía y de llevar lo propio por bandera, me sorprendo incapaz de actuar en consecuencia. El muro en el que espero a reprogramarme o a rendirme ante estas idas sin venida ya ha dejado hasta marcas en mis posaderas. ¡Se me va la vida y la arena!
A quien tenga que prometer que intento envilecer mis voluntades se lo prometeré. Y, ¡caracoles!, es hasta gracioso que tenga que ser de este modo pero, por mucho embrollo cerebral que esto me cause, como siga aguardando que mi gente colme el cupo de indiferencia, se sucederá el Game Over de la partida de mi existencia y, entonces, la cara de póquer que se me quedará esta vez sí que será insuperable.

domingo, 13 de febrero de 2011

Creo que voy a tener que comprar el pan, aunque sólo sea para acompañar las deposiciones que, en ocasiones, tengo que almorzar sin decir mu para no poner mi sensibilidad frente al paredón.

Ya no sé como despoetizar mi cara cuando alguien me acerca la oportunidad de enviarlo a freír alguna verdura, habiéndome dejado con el corazón temblando y la ira visible a leguas. Y es que en el fondo la culpa es mía, por intentar poner sangre donde sólo hay blindaje.