sábado, 27 de noviembre de 2010

Me gusta esperar leyendo sobre la tapa del váter a que salgas de la ducha. Me muero por que vuelvas a mojarme la nariz con gotas de agua.

Si es que cuando se alinean los planetas para coincidir en este invierno, estas paredes pintan soles y la calle tiembla de frío.

sábado, 20 de noviembre de 2010

En materia de emociones no puedo cortar y pegar dependiendo de la dirección en la que sople el viento, y es lo que no comprende. Queriendo evitar desarraigos de trozos de mi esencia por causa absurda, al final me ha llevado a llevar una pesadumbre conmigo por un motivo que cada minuto me va pareciendo más banal.

Si quiere jugar a los niños tontos, jugaremos. No es venganza ni obsesión por obstaculizar su vida, sino un parapeto emocional que ha crecido en mi semana mientras trataba de centrar mis ánimos en saltar a la comba. Y ahora me siento estúpida porque sé cómo interpretar un enfado extragaláctico ni un pataleo con llanto infinito.

No he querido hacerle sentir mal, y si lo he hecho, me he disculpado, aunque desde el cristal de seguridad. Este noviembre no se presenta anestésico de ningún pico nervioso por lo que, para mantener el espíritu ajeno al temblor, he preferido evitar el contacto directo con las bofetadas de la indiferencia. Y creo que, aunque no haya puesto fin a la guerra entregando mucho y no percibiendo señales de respuesta, no voy a derribar los materiales que constituyen mi coraza de la salvación. Esto supondría dejar mi estabilidad a manos de un francotirador que se pirra por las emociones en carne viva.

Si no ha valido la transmisión de la asunción de mi implicación en su malestar, la comprensión, la sinceridad y el intento de buena fe a través de los poros de esta cápsula, sólo me faltará comprender que no tengo la receta de la solución, para cerrar libros y generar recuerdos. Aunque me atraviese de lado a lado.