lunes, 28 de marzo de 2016

Claroscuro

Nuestra imaginación se deleita al pensarnos chapoteando en las aguas claras de playas paradisíacas que nos venden constantemente como las vacaciones de ensueño. Pero, a la hora de la verdad, preferimos darnos el bañito en mitad del océano, aún con más ganas si sabemos que es zona frecuentada por tiburones blancos, y con el tornado marino aproximándose por el horizonte infinito. ¿Nos hemos vuelto locos?

La claridad está demodé; ahora lo que se lleva es el caos. Y yo preguntándome de dónde venía mi gusto por lo vintage...

sábado, 26 de marzo de 2016

En flor

Ese trozo de carne es ahora un naranjo en flor.
Lo he creado y estoy terminando de creérmelo.
Dejen el cuchillo.
Miren, observen, huelan. Cojan sólo lo que se cae del árbol.
No más sangre, por favor.

sábado, 12 de marzo de 2016

Inconmensurable

A veces es tan grande que no puede ser confesado, bien por no caber en el entendimiento de cabeza humana alguna, bien por la ausencia de suficientes palabras para esbozar su envergadura.

A veces es tan, tan grande que necesita de la colonización de otra galaxia para poder ser albergado, y aún así rebosaría por sus cuatro costados.

A veces es tan enorme que necesitas fabricarte otra vida para abrir con ella espacio libre a tus nuevas vivencias y a la información de tus quehaceres diarios.

A veces es tan gigante que el corazón se queda sin recursos para poder alcanzar la potencia que su remembranza le exige.

A veces el amor es tan inmenso que impregna la historia de tu propia existencia desde el principio hasta el fin, con un protagonismo esencial en el pasado, en el presente y en el futuro, así esté sobre la tierra o formando ya parte de ella.

Y luego estoy yo, haciendo que vivo mientras que sólo te quiero, con la boca cerrada. Y es tal este amor que, si fuera un hilo, podría tejerte una constelación infinita.


jueves, 3 de marzo de 2016

Digo

Y, tras este llamamiento a la cama, voy al fin despertando conclusiones.

"El mejor indicador de que todo va bien es la tranquilidad." Estas palabras en realidad son cortesía de mi profesor de canto, pero son la verbalización de una sensación que sin querer se me acurrucaba en el pecho cuando emprendía el valiente acto de dejar la procrastinación para otro momento. Es una sensación que surge atajando sobre todo las cosas que a priori parecen más nimias, pero que en realidad esconden un fondo de iceberg que se acantona bien dentro, creando un zumbido incesante que corretea por los oídos.

La rutina me relaja. Al contrario de lo que se oye, la rutina no es algo de lo que deba huir. Debo huir del desorden y del descontrol, pero sobre todo debo correr lejos de las rutinas tóxicas o, lo que es lo mismo, de las inercias absurdas. Las rutinas constructivas me mecen, por lo que construyo cuando las pongo en práctica y por saberme capaz de otorgarme un poquito de amor a diario.

To-le-ran-cia. Parece una obviedad, pero uno no se imagina hasta qué punto puede llegar a ser intolerante ni con qué cosas tan bobas. Además, cuanto más negro está uno por dentro, más humo negro echa para afuera y menos tiempo de reacción necesita para descargar. Pienso que este círculo vicioso puede romperse tratando de contribuir en la génesis de la felicidad ajena, incluso cuando exista este sentimiento de que "lo nuestro" está siendo vulnerado. Es, en definitiva, invitar al ego a echarse una siestecita.

Dicho todo esto -y aunque parezca mentira- aquí llega la madre de las conclusiones más conclusas:

¿Y si pruebas a parar de buscarte y trabajarte a ti misma por un momento y empiezas a disfrutar de las cosas?. En el momento en el que se me instaló la idea en la caja de pensar fue como un flash: te ilumina en una brevedad de tiempo minúscula, pero con la suficiente intensidad como para quedar bajo sus efectos durante unos segundos, tras los cuales reseteas la vista y regeneras la visión de la realidad. La cantidad de tiempo que he invertido a lo largo de mi vida en juzgarme me habría servido para sacarme tres carreras y un máster en Cómo ver la vida pasar y decirle adiós. Así que, después de todo, creo que ya va tocando jubilar la toga y el mazo.