jueves, 10 de julio de 2014

Desencuentros

¿Es realmente bueno hablar de lo que se piensa y siente, siendo transparente?

Me lo planteo porque hoy hay muchas cosas que quiero decir y que no estoy segura de poder/ deber hacerlo. Supongo que puedes ser transparente con tu gente cercana; con quien vaya a comprender y a estimar lo que le cuentas. Hay personas que, tal vez, no tienen ganas de saber de ti -a pesar de sí tener ganas de saborearte- y debes callarte, aunque tengas palabras atrincherándose en el paladar, por pura práctica; por no atentar contra tu integridad emocional si el otro es impermeable al mensaje. Quizá lo egoísta es disparar tus pensamientos a bocajarro, y no el no querer escuchar información que no vas a utilizar, o quizá son las dos cosas, y se enfrentan chocando hasta que salen disparadas hacia polos opuestos.

Siempre me ha parecido un misterio el "Donde termina tu libertad, empieza la mía". Queda genial, pero ¿cómo se aplica?. ¿Podría ser también una variante de "Ante el vicio de pedir está la virtud de no dar"?. Trasladando estas enseñanzas a la duda principal, saco que ante mi necesidad de hablar y no callarme nada está la opción de no querer oírlo. Eso, mal que me pese, es respetable. Lo inteligente es aceptarlo y no tener la sensación de irme a ahogar con esas palabras que se me amontonan en la boca.

Tal vez la moraleja sea alejar a todo aquel que no quiera empaparse de ti, y quedarse con aquellos que sí que quieren hacerlo, al menos en este punto de mi vida, en el que soy demasiado emocional como para involucrarme con cosas que no requieren emoción alguna.

Es más, si tú me pides no sentir ¿por qué debería hacerlo?: ante el vicio de pedir está la virtud de no dar. Donde termina tu libertad, empieza la mía.

2 comentarios:

  1. La verdad que yo tampoco le encuentro mucha aplicación práctica, partiendo de la base de que no tenemos ni puta idea de lo que abarca la palabra "libertad", así que de un tiempo a esta parte me la bufa, ya he perdido años de vida por tragarme todo, quien no quiera escuchar que se tape los oídos. ¿Sabes lo que me resulta curioso? que mucha gente no escucha nada de lo que cuentas salvo cuando lo que cuentas les hiere en el orgullo.

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    1. ¡Es cierto eso! Supongo que ahí es donde entra nuestra capacidad de aceptación: no puedes cambiar a los demás, pero sí en la manera en la que te afectan.

      Y, otra vez más, ¡gracias por aparecer siempre por casa! La verdad es que es la leche que después de tantos años sigamos leyéndonos y, lo mejor, que sigamos dando vida a Utopía y a la pecera.

      Un besete

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