viernes, 12 de octubre de 2012

El castañero al que esclavicé en mi puesto de castañas tenía las manos tan maltrechas que apenas podría soportar el frío del invierno venidero a pie de calle.
Mi puesto, mis castañas... ¿Por qué no usé mis manos?

Ahora descansa, castañero. Al calor de esta lumbre, sólo puedo decirte que te invitaré a un té infinito, cuando consiga limpiar mi alma de todo el señorío ahí aposentado y que, como a ti, me ha hecho esclava de mí.

1 comentario:

  1. Bueno, es la época de las castañas, seguro que a ese calorcito conseguirá arreglar un poco sus maltrechas manos y cuando llegue otra vez la primavera y las castañas vuelvan a pasar de moda a lo mejor podréis dar un paseo por ahí, lejos de del puesto y de toda hoguera.

    Abrazos pececillo. ¡Otra vez me has vuelto a cambiar los muebles de sitio, parece que curras en Ikea!

    ResponderEliminar