jueves, 3 de marzo de 2016

Digo

Y, tras este llamamiento a la cama, voy al fin despertando conclusiones.

"El mejor indicador de que todo va bien es la tranquilidad." Estas palabras en realidad son cortesía de mi profesor de canto, pero son la verbalización de una sensación que sin querer se me acurrucaba en el pecho cuando emprendía el valiente acto de dejar la procrastinación para otro momento. Es una sensación que surge atajando sobre todo las cosas que a priori parecen más nimias, pero que en realidad esconden un fondo de iceberg que se acantona bien dentro, creando un zumbido incesante que corretea por los oídos.

La rutina me relaja. Al contrario de lo que se oye, la rutina no es algo de lo que deba huir. Debo huir del desorden y del descontrol, pero sobre todo debo correr lejos de las rutinas tóxicas o, lo que es lo mismo, de las inercias absurdas. Las rutinas constructivas me mecen, por lo que construyo cuando las pongo en práctica y por saberme capaz de otorgarme un poquito de amor a diario.

To-le-ran-cia. Parece una obviedad, pero uno no se imagina hasta qué punto puede llegar a ser intolerante ni con qué cosas tan bobas. Además, cuanto más negro está uno por dentro, más humo negro echa para afuera y menos tiempo de reacción necesita para descargar. Pienso que este círculo vicioso puede romperse tratando de contribuir en la génesis de la felicidad ajena, incluso cuando exista este sentimiento de que "lo nuestro" está siendo vulnerado. Es, en definitiva, invitar al ego a echarse una siestecita.

Dicho todo esto -y aunque parezca mentira- aquí llega la madre de las conclusiones más conclusas:

¿Y si pruebas a parar de buscarte y trabajarte a ti misma por un momento y empiezas a disfrutar de las cosas?. En el momento en el que se me instaló la idea en la caja de pensar fue como un flash: te ilumina en una brevedad de tiempo minúscula, pero con la suficiente intensidad como para quedar bajo sus efectos durante unos segundos, tras los cuales reseteas la vista y regeneras la visión de la realidad. La cantidad de tiempo que he invertido a lo largo de mi vida en juzgarme me habría servido para sacarme tres carreras y un máster en Cómo ver la vida pasar y decirle adiós. Así que, después de todo, creo que ya va tocando jubilar la toga y el mazo.





1 comentario:

  1. A veces hay que dejar de bucear en uno mismo y salir a la superficie para flotar un poco mirando el cielo. O eso creo.

    Coincido con lo de las rutinas, mientras no sean tóxicas, para nada son malas, creo que la teoría de la zona de confort ha creado mucha confusión y ansiedad en torno a esto, pero hay zonas de confort maravillosas y que no son anclas ni lastres para la felicidad.

    Si me aceptas un consejo, tampoco te tortures pensando que te has pasado la vida juzgándote, a fin de cuentas eso te ha llevado hasta tu estado actual de pensamiento.

    Salud.

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