martes, 21 de junio de 2016

De los coherentes

Todo puede estar aparentemente controlado pero cuando un pensamiento muy sentido hace vibrar tu sueño hasta romperlo, significa que hay que tirar del freno de la dinámica establecida y empezar a hacer reformas a la inercia de los días.

El mundo es de los valientes, dicen. Y yo digo que el mundo es de los coherentes. De los coherentes consigo mismos: con sus sentimientos, con sus pensamientos y con sus principios, y de los coherentes con las vidas de alrededor. En la coherencia reside la potencialidad para ser valiente, para ser honesto y para ser feliz -por muy amplio que sea ese último concepto como para usarlo con tanta ligereza-. 

Los instintos primitivos cuando logran retorcernos las entrañas es que algo tratan de decirnos y, lejos de alejarnos de la coherencia, siento que nos acercan a ella. Esas pasiones desbocadas que hacen tambalear nuestros esquemas mentales son una señal de que hay peligro de derrumbe, bien en un futuro cercano o en uno un poco más lejano, pero decretan la alerta en cualquier caso. El "ser coherente" socialmente extendido nos invitaría a poner toda esa inquietud intrínseca al servicio de nuestro cerebro, controlador, "responsable"y regulador de la concordancia de los acontecimientos con nuestros planes y estrategias, quien la acallaría y la escondería en un cofre en las profundidades de nuestra cajita de pensar. 

Iluso cerebro e ilusos nosotros que pensamos que todo lo que hay escondido en el fondo deja de vibrar, de palpitar y de ser. Como si fuera un gas en ebullición, todo ese contenido reprimido de manera automática en el cofre algún día puede dinamitar el contenedor y volar por los aires todos nuestras construcciones mentales, ésas que algún día creamos por miedo a la inseguridad. Y ese día, además de terminar sepultados bajo todo ese amasijo de ficción, se nos caerá un trocito de mundo encima cuando veamos que somos inefectivos programando estrategias y otro trocito de mundo encima al ver que la vida nos ha puesto de nuevo en la casilla de salida.

Por todo ello, creo que rehuir de los instintos a favor de hacer perdurar un plan creado artificialmente es incoherencia, hija del miedo que nos asola. En cuestión de sentimientos, no hay verdad más inteligible y plausible que la que nos susurran nuestras moléculas. Desoír ese zumbido corre de la cuenta de cada uno, pero no hay que perder de vista que, a veces, hacerse el sordo sale mucho más caro que invertir en reformas para adaptar la realidad a nuestra realidad de piel para adentro. 

2 comentarios:

  1. De un tiempo a esta parte tengo una serie de pensamientos extraños (qué novedad...) imagino mi vida como si se me hubiera escapado un globo de helio y me pasara la vida saltando de tejado en tejado intentando atraparlo de nuevo. Como no nací para ser atleta eso me ha ocasionado más de una torcedura y alguna que otra caída importante, sin darme cuenta de que el globo va perdiendo helio y bajando nuevamente al suelo hasta que finalmente vuelve a posarse...

    Esto en mi cabeza ha cobrado todo el sentido: tal vez a veces hay que esperar a que se produzcan los acontecimientos adecuados para que sea el momento de ir a por ello sin lastimarse.

    Al final todo acaba sucediendo de una forma u otra. Y ya podemos tramar lo que queramos, que si no es el momento, no es el momento y nos daremos de bruces contra el mundo.

    Por cierto, el otro día encontré el globo en el suelo y ya no sabía qué hacer con él. Ni siquiera quería el globo para nada...

    Salud y abrazos.

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    1. Perfecta descripción la tuya de la cara oculta de mi reflexión.

      No puedo estar más de acuerdo contigo. Había omitido las referencias a la paciencia y el buen fluir de los acontecimientos presa de la urgencia por darle correspondencia a mi sentir, pero bien sé que dentro de un tiempo, cuando esta historia ya esté momificada, aparecerá el globo y, como tú, ya no sabré qué hacer con él.

      Como cada vez: gracias por pasar por aquí. Es un placer siempre.

      Besos.

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