martes, 13 de octubre de 2015

De excedentes de pasión y concesiones

No sé de quién será la culpa de estos días grises. No sé si será de los que siempre utilizamos de chivo expiatorio para ocultar las penas: la gripe, el otoño, la lluvia, el frío..., si será de las hormonas -a las que también culpamos con bastante "alegría", aunque hay veces que no fallamos- o si será de esta falta de motivación.

Lo que he aprendido en estos últimos años es que la energía que tú emites se proyecta, y vuelve a ti de la misma manera después de impactar contra el que tienes enfrente. Así, aunque tengas ganas de andar arrastrando los pies, debes concederte la oportunidad de hacerlo con un poco más de decisión, todo en la medida de lo posible. No se trata de correr un tupido velo y fingir que "está todo controlao". Se trata de ser honesto y permisivo con uno mismo en cuanto a asumir y a aceptar que no estás en tus mejores días, pero no instalarse en el sentimiento y ponerse la etiqueta en la frente para que todos lo vean. Se trata de saber que esa sensación es una cosa temporal y necesaria, que existe y que a todos nos pasa en algún momento, evitando sentirse identificado con ella: tú no eres gris, sólo estás gris. 

No identificarte con el "problema" en cuestión permite mantener la plasticidad de tu vida, manteniéndola abierta a cualquier cambio de rumbo y, a la vez, aumentando la esperanza de vida de la esperanza. De este modo, nunca se sabe cuándo vas a dar sepultura al gris de la jornada, pero sabes que puede ser en cualquier momento. De lo contrario, definiéndote en el gris, aunque sólo sea hoy, ya te condena a la monocromía durante, al menos, 24 horas más. Ser flexible con tus sentimientos te hace ser flexible con tu vida, y, además, propicia que los demás sean flexibles contigo. Si te preguntan, admite que no estás genial, y concédetelo. Al no reprimirte, se entiende que no te juzgas y no darás pie al juicio del tercero, que, generalmente, captará tu honestidad y decidirá qué hacer. Los que tampoco se sientan en sus mejores momentos huirán, los que sí que lo estén quizá se queden, y los que te quieran bien permanecerán e intentarán ayudarte -que no hacer- que tengas ganas de sacar la paleta y dar algunas pinceladas en otros tonos. 

Así que sí, puedo decir abiertamente que no es mi mejor momento, y no lo es por un motivo: tengo tanta pasión en el pecho, que no tener nada en lo que me den ganas de invertirla toda, me abruma. Me voy bajando el listón, y ya no espero algo que me vuelva loca, me conformo con algo que me vuelva loquita. Y digo algo, que no alguien, que eso, como vengo contando, es ya todo un avance. Y, señores, otra cosa no, pero que la pasión se quede dormida para siempre en un alma de 24 años
no se ha visto jamás, así que con más razón le doy coba a mi esperanza. Aquí me mantengo con el alma, la mente y el cuerpo abiertos de par en par, para que se ventilen bien y salga y/o entre lo que tenga que llegar.

1 comentario:

  1. Hay que vivir (con sus cinco letras) cada una de las emociones que tenemos. La tristeza, la apatía, le pena, son emociones que nos han enseñado a "aniquilar" como algo dañino, algo enfermizo, algo que está mal. Creo que las personas completas aceptan cada uno de sus estados y los viven con su máxima intensidad. Un estado no nos define, un estado indica cómo nos encontramos, nada más y hay momentos tristes que no cambian por más que dibujemos una sonrisa o nos empeñemos en pensar que tenemos suerte de tener lo que tenemos.

    Erradicar la respuesta "bien" cada vez que nos preguntan es complicado, precisamente porque tendemos a mirar más hacia afuera que hacia dentro, ¿qué pensarán? ¿estaré dando lástima? pero sólo cuando nos deshacemos de la mirada externa y pasamos a mirarnos por dentro somos verdaderamente libres. Y con la libertad llega la paz.

    Salud y besos pececillo. Qué hermoso estás nadando últimamente.

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