viernes, 2 de octubre de 2009

Viendo cómo los amores se despiden; cómo un corazón se marcha a Argentina y unos ojos grandes lo esperan en España, he sentido cómo se me iba el chico de los ojos verdes y la guitarra azul.
Me regocijo ante el carácter ficticio del sentimiento y apunto en una agenda infinita:
Decirle que no se vaya, y que mi síndrome de Estocolmo ha venido para quedarse.

No hay comentarios:

Publicar un comentario