martes, 8 de diciembre de 2015

La línea, los idiotas y el consuelo

Hablemos de esa delgada línea que separa la intrepidez y el ser echao pa'alante de la pérdida del autorrespeto y el desamor propio presos de la urgencia. 

Qué bueno sería poder parar los relojes una vez identificada la división para no hacer nada de lo que te puedas arrepentir y no dejar de hacer algo que te haga arrepentirte de no haberlo hecho. Sería algo así como quedarse quitecita flotando en la consciencia de que existe esa línea e irse convenciendo poco a poco de que la inmovilidad  es la opción más sabia y algo que vas a agradecer eternamente una vez pasado el momento cumbre. Se trataría de transformar las ganas, tan incandescentes que te queman por dentro centímetro a centímetro, en toneladas de sal que favorezcan la flotación y eviten que te hundas mientras esperas que pase el tiempo. 

Esto, para los que vivimos viviendo con el motor en primera, es jodidamente difícil, pero supongo que constituye un epígrafe importante del Manual del quererse bien

Y, como no podría ser de otra manera, esta reflexión surge de una cagada precedente. La típica cagada que no es tan gorda como para dejarte tirada en la cuneta de la vida durante unas semanas, pero sí lo suficientemente importante para generar un disconfort reiterativo en los días posteriores a haberse producido. Así que, una vez más, toca apretarse los machos, levantar la cabeza y, aún con la cara colorada, darle los buenos días al presente nuevo, porque habrás vuelto a actuar como una idiota, pero ya eres una idiota con un poco más de experiencia, que eso siempre consuela. 

1 comentario:

  1. Si te fijas, de la cagada has aprendido, luego la cagada no es negativa en sí misma. Es inteligente saber sacar aprendizajes de la experiencia. Y tener experiencia no es de idiotas.

    Salud.

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