miércoles, 16 de septiembre de 2009

Ahora me mienten las fotos en las que enseño los dientes de alegría. Los kilómetros que separan mi minuto de los pasados segundos de felicidad son ya gigantes feroces que rompen mi columna a palos. Inmóvil, escribo, y planeo unos minutos de escapatoria del infierno, saliendo de unas paredes acaloradas de gritos y desprecios al ambiente, cada vez más frío, de los jardines que rodean el bloque. Necesitar. Necesito salir de aquí; necesito abrir mis ventanas y dejar salir el éter que me roba los segundos y las ganas de seguir siendo alguien.
Tengo frío. Quizá mi sangre se esté congelando. Mi corazón ahora es un coágulo; la cabeza, dolor. Colaboraré con el cielo creando una nueva galaxia. Estrellas con polvo de huesos y anillos de rendición. Me siento una supernova. Ya he terminado, al menos por ahora.

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